A veces nos enredamos en el
bosque, nos perdemos entre los árboles, la visión se hace tan
corta allí.
No logramos ver mas allá y nos
atascamos entre las hojarascas, tanto que no somos capaces de mirar hacia
arriba y nos perdemos el brillo del sol. Caminamos en círculos y
llegamos a conformarnos con ese micro clima frió y húmedo.
Mucho tiempo estuve allí,
hasta que un día mire hacia arriba y acaricie los rayos del
sol, decidí entonces subir uno de esos árboles y llenarme la piel de
calidez, ver mejor sobre sus troncos, sus hojas y
ramas... aprendí a apreciar el bosque entero, visualizar el horizonte
y a no perderme entre pequeñeces.
Desde entonces no tropiezo con
los arboles, ahora salto sobre ellos. De vez en cuando bajo, sólo a
llenarme los ojos del color de la esperanza.
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